«Puedes cambiar de mujer, de religión, pero nunca puedes cambiar de equipo de fútbol». En su película “Buscando a Eric”, el conocido director británico Ken Loach resumió en una frase la pasión por unos colores. En el AWD-Arena del Hannover 96, de la Bundesliga, hay una sala de partos, en una clínica anexa al estadio, donde los recién nacidos no solo reciben un pijamita con el emblema del club, sino que se convierten en socios durante su primer año de vida. El Hertha de Berlín y el Schalke permiten a sus aficionados darse el «sí quiero» en el campo, algo que también facilita el Tottenham con una liga Spur de regalo para la novia. Al contrario que el Boca Juniors, que desde 2006 tiene su propio cementerio -incluidos féretros con sus colores-, iniciativa seguida por el Hamburgo y el Schalke.
Pero donde el fútbol son más que unos colores, una religión, es en Argentina. Y allí, esta semana, este miércoles, los fieles seguidores de Rosario Central festejaron un año más la bautizada como `palomita de Poy’. Todo se remonta, según la preciosa historia que Sergio Pinto rememora en “Magazine Perarnau”, al 19 de diciembre de 1971, cuando el canalla Aldo Pedro Poy se convirtió en leyenda del club rosarino al anotar de palomita el gol de la victoria ante el histórico rival leproso de Newell´s, en semifinales del torneo nacional, en el Monumental de River. Se llamó la batalla de las batallas y dio pie al genial escritor Roberto `El Negro’ Fontanarrosa a dar vida literaria al entrañable `viejo Casale’.
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