Por Tihui Campos [1], Miguel Ángel García [2], Anayanssin Méndez [3].
Durante muchos años la participación de las mujeres en los eventos deportivos como el futbol era meramente ornamental, se dedicaban a preparar la botana y acompañar a sus esposos, padres o hermanos a ver el espectáculo mejor conocido como “El juego del hombre”, pero cuando las mujeres decidieron jugar futbol de manera profesional y “vivir de la patada” se encontraron con declaraciones como las del misógino Joseph Blatter, ex dirigente de la FIFA, quien dijo que si las mujeres querían tener aficionados deberían usar shorts más ajustados.
En México, un país futbolero y machista, sus principales estrellas no se podían quedar atrás, como las acciones que realizó nuestro “ídolo nacional” Cuauhtémoc Blanco, ahora político morelense, quien en un partido agredió a la única árbitra profesional en nuestro país, Virginia Tovar, a quien mandó a lavar los trastes. También Carlos Reinoso y Enrique Borja, en sus años mozos, declararon que “el sexo débil” no debía practicar este deporte ya que era de mucho contacto físico.
Aya Chiry, capitana del equipo femenino de fútbol sala del Líbano, bautizado como “Academia de Estrellas del Deporte”, tuvo que enfrentarse a su familia y a su entorno para poder practicar este deporte. “Al principio, mi familia estaba en contra. Me decían que el fútbol o el fútbol sala no eran deportes para mujeres. Tuve que imponerme pero, al final, ya me ven: estoy jugando”, afirmó la mujer de 27 años.
Junto a otras ocho escuadras arrancó este domingo el primer campeonato de fútbol sala femenino del Líbano. Nacido en Uruguay a principios de los años 30, este deporte, derivado del fútbol pero con reglas propias, se juega en sala y cada equipo está formado por un arquero y cuatro jugadores de campo.