Por Roger Pascual.- Hay jugadores que, sean porteros, defensas, medios o delanteros, no tienen reparo en mostrar que su posición en la vida está en el compromiso. Mientras la mayoría de futbolistas prefieren echar balones fuera sobre cuestiones políticas, ellos exhiben orgullosos sus convicciones de izquierda, unos más radicales que otros.
«Hay un fútbol de izquierda y otro de derecha. Los más generosos, los más artistas, los más cultos siempre fueron de izquierda, siempre estuvieron más cerca de mí que lo otro, el mercado. Un fútbol generoso, abierto, comprometido con la gente, el orgullo de la representatividad, el orgullo de la pertenencia… todo eso que pregono me suena más a la izquierda que a la derecha. Después hay otro fútbol, al que no le importa la gente, solamente le interesa el resultado». Así entiende el fútbol y la vida el técnico César Luis Menotti.
Pero declararse de izquierdas no siempre ha sido fácil, y menos en la España franquista, como comprobaron los exmadridistas Pahiño y Paul Breitner. «Ser rojo me impidió ir al Mundial de Brasil en 1950. Te lo tenías que tragar y había que tener influencias para que, además, no te pasara nada», contaba el fallecido Pahiño, apartado por leer a Tolstói y Dostoyevski. «No tengo odio a nadie, pero los fascistas me daban asco», soltaba el séptimo goleador de la Liga hasta la semana pasada, cuando fue superado por el cohete Messi. Breitner aterrizó en Madrid en 1974 tras marcar el gol que dio a Alemania el Mundial ante la ‘naranja mecánica’ de Cruyff. Pero al ‘Kaiser Rojo’, maoísta que admiraba a Ho Chi Minh y al Che Guevara, apenas se le vio tres años su pelo ‘afro’ por la Castellana. Su ideología no casaba con el tardofranquismo y el club se deshizo de él al considerarlo un «jugador conflictivo».
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