Raul Sohr, analista internacional chileno, nos entrega una interesante mirada, poco desarrollada en los medios de los ultimos hechos acontecidos en torno a la FIFA, el rol de EEUU en el escandalo, publicitariamente agitado como un garante de la anticorrupción y la transparencia del fútbol- y como ha caído la ultima estructura monarquica de la FIFA, encabezada por Blatter, traicionada por los mismos con los que hacía oscuros negocios. Una suerte de Juego de Tronos del fútbol, una especie de guerra fría del siglo XXI, entre los nuevos ejes de influencia mundial que se están generando entre el bloque China-Rusia y el estadounidense. Un analisis realizado desde la geopolitica pero aplicado al fútbol, no se pierda esta visión que de seguro los medios intentarán no dar a conocer porque la salida de Blatter al final ha implicado una limpieza de cara de la FIFA y sus fútbol, ahora queda esperar que se traen entre manos, manos también sucias por cierto.
La Columna: Por Raul Sohr.- El deporte, y el fútbol en especial, generan pasiones con profundas raíces atávicas. En el plano internacional la identificación con las escuadras nacionales puede adquirir ribetes cuasi bélicos. Es un decir que el deporte une a los pueblos, bueno, a veces. Otras los enfrentan como ocurre en forma soterrada en la pugna por quién y cómo gobernar la Fifa.
El fútbol, más allá de una sana entretención, es a nivel de las grandes ligas una expresión de poder. Ese es el imán que atrae a tantos políticos para ser vistos como adalides de los equipos más populares.
Aspiran a una transferencia de adhesión de la hinchada a sus personas. Lo mismo hacen las empresas que buscan, mediante los auspicios y el avisaje, canjear el afecto público por los jugadores por el consumo de sus productos. Un claro indicador del nivel de la globalización es el hecho que los mayores auspiciadores de la Fifa son transnacionales estadounidenses como McDonald’s, Budweiser y Coca-Cola entre otros. Los norteamericanos están muy rezagados en cuanto a la fiebre futbolera pues reparten sus lealtades con el béisbol, basquetbol y el fútbol americano.
Los deportes forman parte de lo que se llama un “poder blando”, para distinguirlo de los poderes duros como el militar y el económico. En los tiempos de la Guerra Fría los medalleros oponían a Occidente con el campo socialista. La suma de preseas de uno u otro bando pretendía mostrar la superioridad de cada modelo económico. En el seno de la Fifa la organización de un mundial de fútbol es disputado con tanto ardor como los partidos del evento.
La corrupción en la Fifa ha sido endémica desde los tiempos del brasileño Joao Havelange (1974-1998). Con Sepp Blatter (1998-2015?), el renunciado presidente del organismo, las cosas siguieron igual y las denuncias eran crónicas. Las cosas adquirieron un viso más dramático luego que se asignó a Rusia el mundial 2018 y a Catar el 2022. El último es una farsa para los que no están habituados a los 40 grados de calor. Eso es lo que experimentarán en el desértico enclave. A lo anterior se suman bien documentadas denuncias sobre trabajo esclavo y la muerte de cientos de trabajadores inmigrantes en la construcción de estadios.
Ahora la batalla política por privar a Rusia del mundial es pública. Hay propuestas para un mundial paralelo organizado por Europa, que invitaría a los países latinoamericanos y Estados Unidos, si la Fifa insiste en mantener las cosas como están. El motivo para el cambio es castigar a Moscú por la anexión de Crimea y su confrontación con Ucrania. En cuanto a Catar, cancelar el mundial allí es algo de sentido común. Habrá que ver cuánto pagó el emirato por obtener la designación. Sudáfrica, que organizó el exitoso mundial en 2010, pagó coimas por al menos diez millones de dólares. Todo dependerá de cuál campo ganará la hegemonía en el más popular de los deportes.
La democracia de la Fifa
En la Fifa todos los países son iguales: cada afiliado tiene un voto. Las Islas Caimán tienen el mismo peso electoral que Estados Unidos. Sepp Blatter cultivó su base de poder a lo largo de 17 años. Con modestas donaciones, construcción de canchas y becas ganó el respaldo de muchos pequeños países. En las últimas elecciones quedó a la vista la lealtad de África y buena parte de Asia. Más que suficiente para darle la mayoría frente a los poderes tradicionales que ya reclaman un cambio en los estatutos de la entidad.