
Por Arturo Lezcano.- El pagode es un subgénero de samba convertido en fenómeno comercial desde hace dos décadas en Brasil. Mucho más instrumentada y percusiva que la versión original, es la música más popular en el gigante sudamericano y sus compositores e intérpretes, dioses. Por eso bastaron solo un par de horas para que el país montase en cólera al leer la noticia que se desparramó por medios y redes: la FIFA había registrado esa palabra, «pagode», en el Instituto de la Propiedad Intelectual para el año 2014. O sea, que lo hacía suyo. En realidad fue una falsa alarma. Contra lo que se dijo al principio, no se prohibía la reproducción de la palabra, sino que la Fifa bautizó con ese nombre la fuente tipográfica del Mundial y la protegieron patentándola. Pero el daño ya estaba hecho. La prensa diaria, poco sospechosa de posicionarse contra lo que rodea la Copa del Mundo, publicó columnas incendiarias contra la apropiación de un concepto intangible y querido como el pagode. Ya la indignación en contra había desbordado incluso a sectores de la gigante sociedad brasileña que jamás lo hubieran pensado en 2007, cuando se supo que su país acogería el Mundial. Por aquella época el evento era motivo de orgullo e hinchazón pectoral generalizados. Siete años después, la sonrisa no es la misma. La catarata de noticias sobre el papel de la FIFA, sumada al enfriamiento económico y, lo más importante por inusitado, el arrojo con el que la gente salió a la calle a protestar por primera vez en décadas, tiraron a la lona el sueño del Mundial feliz en el autodenominado país del fútbol. Contra lo que se viene gritando en las calles de las grandes ciudades brasileñas el último año como un mantra, sí, vai ter Copa, va a haber Mundial, pero está por ver cómo resulta y a qué precio —no solo financiero—: obras inacabadas o sin empezar, estadios que se quedarán sin uso tras el evento y desatención a los problemas reales de un país con mucho que trabajar antes que celebrar. En eso se basan los contrarios a la FIFA para manifestarse contra el Mundial, que no el fútbol como deporte. Veamos entonces las causas y consecuencias.
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