Había llegado el momento de que Rashid abandonara su casa de Calcuta. Prácticamente toda su vida se había desarrollado entre esas cuatro paredes y cada objeto encontraba compañía en su memoria: el dhoti que vistió en su primer día de clase, el bate que le regalaron cuando intentó iniciarse en el críquet, o el ejemplar de Gitanjali que le obligaron a leer en el colegio. Uno por uno, sus recuerdos se aglutinaban en la parte trasera del camión de mudanzas. Sólo le quedaba un objeto por cargar, su bien más preciado.
Con las paredes desnudas destacaba todavía más el tesoro que colgaba de una de ellas. Se trataba camiseta del Celtic de Glasgow acompañada por un cheque en el que se podía leer: “Páguese por este cheque a Mohammed Salim la cantidad de 2000 libras”. El conjunto escocés había enviado ese dinero al conocer que el padre de Rashid se encontraba gravemente enfermo, pero él decidió no cobrarlo puesto que su valor sentimental era mayor que el monetario. “Me ha encantado el gesto del Celtic no por el dinero si no porque significa que mi padre todavía tiene un lugar privilegiado en ese club. Por eso no he cobrado ese cheque y lo conservaré durante toda mi vida”, explicó Rashid.
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