Por MAQR.- Anoche fui al Estadio Nacional, puedo jactarme de haber visto un triunfo histórico de La Roja sobre Brasil pero salí con la sensación de que no había el ambiente que dicho triunfo se merecía. Hace más de 10 años que no pisaba un estadio con la selección chilena jugando, de la época de Juvenal Olmos precisamente. Fui con entrada regalada, ya que por iniciativa propia no lo habría hecho, porque hace rato que la selección chilena se convirtió en un producto y los hinchas en meros consumidores, opinión que ya tenía en esa época de malos resultados, debido a un público con actitudes más de turista que de hincha. Incomparable con el proceso que nos llevó a Francia 98, donde el público jugaba un rol esencial como el numero 12 de la selección de Salas y Zamorano. Pero claro en esa época la galería más cara costaba sólo 5 mil pesos y tuvo ese precio recién en los ultimos partidos cuando ya se jugaba la clasificación al mundial.
La Corporación Estadio Nacional Memoria Nacional, inauguró las obras que integran la ruta de memoria del coliseo, que recuerda su conversión en el principal campo de prisioneros políticos del país.
Según la Corporación Estadio Nacional – Memoria Nacional, por el recinto deportivo pasaron más de 20 mil personas en calidad de prisioneros y prisioneras políticas. El coliseo fue convertido en el campo de concentración más grande de Chile, ocupando todas sus dependencias como lugar de reclusión y algunas como recintos de tortura. Durante los meses que funcionó como prisión recibió sucesivas oleadas de cautivos, hombres, mujeres y niños; chilenos y extranjeros; militantes de partidos políticos y personas sin militancia; profesionales, empleados públicos, dueñas de casa y obreros, en especial dirigentes sindicales; civiles la mayoría pero también personal de las Fuerzas Armadas y de Orden que no apoyaron el Golpe de Estado.
“Uno recién ahora dimensiona lo que pasa. Hace unos días me llamó un profesor de cadetes que me dijo: “Ojalá que en el estadio en que tanta gente sufrió y se torturó puedan tener una alegría”. Fueron las palabras del lateral zurdo en la transmisión de ADN.
Haciendo referencia a las incontables torturas, muertes, desapariciones y en general una larga lista de violaciones a los derechos humanos, Beausejour rescató la memoria en medio de la euforia de la felicidad.
“Pensamos en eso y muchos rezamos pensando en esas personas”, declaró Beausejour para luego agregar: “En un lugar donde hubo tanta tristeza y muerte, hoy le dimos una alegría a Chile”.
A días de conmemorarse los 41 años del golpe militar de 1973 en Chile reproducimos la recreación fotográfica del año pasado de Andrés Bravo, de la Asociación Independiente de Fotógrafos (AFI) de Santiago, donde pone en contraste pasado y presente del Estadio Nacional de Chile, “el más grande centro de detención y exterminio utilizado tras el golpe militar de 1973, que sigue guardando en sus rincones los rostros de los que allí estuvieron”. Texto y recreación fotográfica: Andrés Bravo, AFI Santiago.
El Estadio Nacional de Chile, el más grande centro de detención y exterminio utilizado tras el golpe militar de 1973, sigue guardando en sus rincones los rostros de los que allí estuvieron.
¿Puede un espacio de la ciudad, creado para la alta competencia, compatibilizar su uso con el deporte popular y amateur? De todos los edificios públicos levantados en Chile, el Estadio Nacional, ubicado en la comuna de Ñuñoa (Santiago), es uno de los que más identificación sigue suscitando. Construido por el Estado para que la sociedad lo utilizara intensamente, el Coliseo –pero también varias de las otras dependencias del predio que conforman al polideportivo- articuló desde temprano una doble condición: hito metropolitano, pero, al mismo tiempo, referencia nacional.
Aunque sus cualidades son conocidas, tres parecen ser cruciales como ejes explicativos de su existencia. En primer lugar, y al menos durante en lo que al siglo XX concierne, no ha habido otro recinto de masas capaz de representar el ideal del espacio pluriclasista, más allá que en ocasiones lo lograra en mejor medida que en otras. En segundo término, ha sido uno de los recintos con mayor versatilidad para alojar una impresionante heterogeneidad de actividades. Cierra el diagnóstico de sus atributos históricos, la radicalidad de las experiencias que ahí se han desarrollado, formando un arco muy extenso con el deporte -como si hubiese sido sólo una disciplina- al medio. En un extremo, espacio de refugio. En otra punta, centro de tortura y eje del terrorismo de Estado.
Hace unas semanas la FIFA negó la solicitud de la Federación de Fútbol de Chile de cambiar la fecha del partido ante Colombia, previsto para este martes 11 de septiembre, por las eliminatorias al Mundial. En la fecha se conmemora en el país austral el aniversario del golpe militar de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende, y suele haber fuertes protestas.
La FIFA desestimó la solicitud argumentando mantener la “equidad deportiva” y la imposibilidad de afectar el calendario internacional previamente estipulado. La máxima autoridad del deporte más popular del mundo ignoró las implicaciones de la fecha, como también lo hizo en ese 1973 que se recuerda.
El 11 de Septiembre se conmemora la dignidad. Un día como hoy en 1973 ocurrió el golpe de Estado a Salvador Allende en Chile por parte de la junta militar en cabeza de Augusto Pinochet, un lacayo del imperio americano.
Este golpe de Estado acabó con la primera experiencia democrática y de elección popular de un gobierno Socialista y abrió paso a la bota militar en Latinoamérica para salvaguardar el modelo neoliberal en la región y reprimir todas la expresiones políticas disidentes.
Bajo este contexto de sangre, muerte, persecución y tortura. La selección Chilena se jugaría la clasificación al Mundial de Fútbol de 1974 a realizarse en Alemania frente a la Unión Soviética. El partido de ida se realizó el 26 de septiembre – dos semanas después del golpe militar- en el Estadio Lenin de Moscú, este partido quedo (0-0). Después del empate sin goles, la clasificación debía jugarse el 21 de Noviembre en Santiago de Chile en el Estadio Nacional. Este partido de vuelta pasaría a la historia del fútbol por ser el único partido de una eliminatoria mundialista que se desarrollaría con un solo equipo en la cancha.