Por Camilo Améstica Zavala (*).- Aun tras seguir la temática durante un tiempo considerable, no dejan de sorprender las declaraciones con que el periodismo deportivo nacional rasga vestiduras contra el denominado registro nacional del hincha y contra la prohibición de las hinchadas visitantes, últimas medidas anunciadas por los clubes y el Estado para enfrentar las problemáticas del fútbol profesional chileno. Sorprende pues vienen de las mismas tribunas desde las que se ha colaborado activamente durante largos años con el sensacionalismo y la desinformación respecto al tema. Los mismos que hoy dicen salir en defensa del fútbol y de los hinchas, son responsables de que este tipo de medidas aparezcan en el horizonte; son ellos los que tras repetir hasta el hartazgo su superficial e irresponsable línea editorial, consiguieron lo que buscaban, ponernos ante el riesgo –y ahora de verdad- de matar el fútbol.
Y es que aquí se debe ser claro, el fracaso de todas las políticas públicas y privadas que se han tomado para enfrentar el problema de la violencia en el fútbol no tiene que ver con la falta de recursos o con las oscuras intenciones que algunos actores pudiesen tener, su fracaso es producto del déficit estructural en la práctica de identificación y diagnóstico de la problemática y no solo de esta, sino que de la seguridad pública nacional en general. Cuando hoy se habla de combatir la violencia en los estadios podemos estar seguros de que los que hablan no se han dado a la tarea de saber a ciencia cierta qué es aquello que se está combatiendo, se actúa en la completa oscuridad tras el velo de una construcción equívoca y poblada de mitologías; una obra cimentada en la imperiosa necesidad de construir enemigos públicos que lleva a asumir como ciertos los múltiples mitos neoconservadores que los discursos político y periodísticos invocan, reafirman y ritualizan cada vez que la pauta se los permite, negando de paso cualquier posible solución.
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