Por Sebastián Ripeti.-Si los 12 de octubre en América Latina se conmemora el despojo y el genocidio a nuestra cultura, en España se celebra como gran acontecimiento el día de la hispanidad. La Historia oficial consensua con el encuentro de dos mundos. Lo cierto, es que desde ese entonces Europa necesito de América para ostentar su riqueza y gloria.
Ya no sería el oro que desembarcaría desde los puertos de Buenos Aires hacía Europa, serían nuestros jugadores, y con ello, nuestra riqueza humana. Hoy los jugadores de fútbol, cual materia prima, son vendidos desde la infancia a oligarcas europeos o jeques de oriente. Los veedores de los clubes europeos, algo así como los conquistadores mandados por la Corona, buscan llegar con la mejor materia prima para su amo, con un no menor recorte económico para el conquistador. Perdón, veedor.
Es que el fútbol moderno se instaló, desde Europa al mundo, buscando borrar los valores esenciales que nos entrega la pelotita. Hoy el fútbol de América Latina, de la calle, de los barrios, es resistencia frente a los dólares y euros que dominan el fútbol. Es expresión de la histórica resistencia del sur hacia el norte. Paradójicamente, por quién patentó la frase, hay cosas que el dinero no puede comprar.
Y es que nuestro fútbol ha cambiado tanto las últimas décadas, como el mundo mismo. La tradición del siglo XX nos acostumbró a ver, quizás imaginariamente, una condición más equitativa entre las selecciones sudamericanas y europeas. Las desigualdades económicas condicionan el desarrollo del fútbol, como así condicionan la relación en todo ámbito entre los países del primer mundo con sus respectivas periferias.
El presidente Evo Morales cerró la noche del lunes una intensa jornada en el marco de la 42 Asamblea de la OEA jugando dos partidos de fútbol de salón contra un equipo de periodistas internacionales y otro conformado por reporteros chilenos que, a pesar de la goleada que les propinó el equipo presidencial, pidieron mar para Bolivia.
El partido se jugó en el coliseo municipal Wálter Claros de la población de Tiquipaya, a 12 kilómetros de la central ciudad de Cochabamba, donde sesiona el foro hemisférico y dos días después que la selección de fútbol de Chile batiera 2-0 a domicilio a su par de Bolivia en el ámbito de las eliminatorias sudamericanas para el mundial de Brasil 2014.
“El fútbol es la mejor diversión para cualquier ser humano; desde niño he practicado el deporte para divertirme y despejar el cansancio. También para incentivar a la juventud a hacer deporte”, sostuvo el gobernante boliviano. Morales recibió en la mañana a su colega y aliado ecuatoriano Rafael Correa, con quien asistió a la plenaria de la Asamblea General de la OEA y posteriormente a la Cumbre Social paralela.
En la noche, aceptó el desafío de los corresponsales internacionales que trabajan en Bolivia, equipo al que ganó 7 a 3 y jugó un segundo encuentro contra periodistas chilenos a los que goleó 20 a 5. Desenfadado y mostrando sus habilidades, Morales comandó la escuadra presidencial frente al aplauso de una nutrida asistencia al reducto deportivo.
“Hay dos cosas que aprendí del presidente Morales, que le gusta jugar con solidaridad, porque pudiendo meter un gol entregaba la pelota a sus compañeros y otra cosa es que descubrí es que perdona muchas veces al enemigo”, afirmó, Luis Salguero, un periodista ecuatoriano.
Mientras que un periodista chileno, mostró en su camiseta un mensaje con la leyenda “mar para Bolivia” que exhibió al público en una especie de vuelta olímpica.
“Más que un partido, me dio la oportunidad de conocer a un hombre extraordinario más allá de que en Bolivia lo quieran o no lo quieran”, remarcó.
El jefe de Estado, un acérrimo deportista, particularmente futbolista, juega siempre que puede, independientemente del evento al que asista: algunas veces contra presidentes y otras contra pobladores de las regiones más remotas de Bolivia.
La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohíbe la osadía. Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad. Eduardo Galeano