Tras los enfrentamientos del pasado sábado entre las selecciones catalanas y vascas de rugby, en Barcelona, fútbol sala, en Santurtzi, y femenina de fútbol, en Barakaldo, ayer San Mamés acogió el partido de las selecciones de fútbol de ambas naciones. Como en los del día anterior, los equipos rivales no se jugaban ningún trofeo o clasificación… oficiales. El buen juego de ambos estaba fuera de toda duda; sin embargo, el resultado del partido fue una anécdota, un mero dato. Se jugaban no defraudar a los miles de seguidores que, no obstante el ambiente festivo, en ningún momento olvidaron el objetivo del encuentro deportivo: que las selecciones vascas y catalanas puedan competir en igualdad de condiciones con las de cualquier otro país, sencillamente porque es un derecho que esos deportistas y las sociedades a las que pertenecen desean hacer efectivo más allá de simbolismos.
Ayer la rivalidad se tornó en complicidad y hermandad muchas horas antes del partido. Y es que ambos equipos y sus seguidores compartían rival -un rival que se caracteriza por su nula deportividad- y objetivo: la oficialidad. Una vieja reivindicación que no debe eternizarse. Un largo recorrido con creciente adhesión popular en el que ha destacado por su labor dinamizadora el grupo de opinión Esait y ahora la recién nacida iniciativa Jauzia, que pretende encauzar la demanda popular tanto en la calle como con su relación con todos los agentes implicados, incluidas las instituciones.
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