“Que no se diga que no
entregamos toda nuestra
fuerza y decisión” Raúl Pellegrin (Cmdte. José Miguel)
Hace 34 años, un 14 de diciembre de 1983, debuta en acción el que ha sido quizás el grupo guerrillero chileno más valorado positivamente por nuestro pueblo. Más allá de la constante demonización que se realiza desde el discurso del poder y sus medios, contra las opciones armadas de liberación popular, el Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR), fue capaz de enfrentar exitosamente a la dictadura empresarial-militar en sus términos, llegando incluso a ponerla en jaque cuando esta organización revolucionaria, realizó el intento, lamentablemente fallido, de ajusticiamento del tirano Augusto Pinochet.
Acto que aceleró la democracia pactada y en la medida de lo posible, que hasta el día de hoy nos somete como chilenos. A día de hoy, Mauricio Hernandez Norambuena, el Comandante Ramiro, por no traicionarse en sus ideales revolucionarios e internacionalistas, se encuentra prisionero en condiciones indignas e inhumanas, en una cárcel de Brasil. Es el castigo y la venganza de los poderosos, para quien nunca dejó de luchar y para quien siempre ha creído que el monopolio de la violencia no puede estar en manos de quienes nos explotan y endeudan.
Y solidarizamos con Mauricio Hernandez, porque es uno de los nuestros, de aquellas personas, que cumplen la máxima de todo revolucionario, y del rodriguismo en particular, que fue poner la dignidad del pueblo chileno tan alto como la cordillera de Los Andes y de quien jamás se podría decir que no ha entregado toda su fuerza y decisión, en esta lucha por transformar la realidad en beneficio de las y los trabajadores y los pueblos.
La Asociación Atlética Argentinos Juniors, es un club de fútbol argentino fundado en 1904, en los barrios porteños de La Paternal y Villa Crespo, y muy vinculado, desde sus orígenes, al anarquismo, socialismo y comunismo.
La elección del Bichito tiene que ver con recordar que no siempre las personas de izquierda han sido ajenos a la práctica de los deportes, en general, y del más popular y lindo de estos, el fútbol, en particular. Pero antes de seguir, valga una aclaración sobre las dos corrientes políticas más importantes entre las clases populares, a principios del siglo XX en Argentina.
Cuando la familia Guevara volvió a Buenos Aires, Ernesto se asoció al San Isidro Club, donde reanudó el vínculo con el rugby. “Los médicos – escribió Ernesto Guevara Lynch – me habían dicho que ese deporte para Ernesto era simplemente suicida. Que su corazón no podía aguantarlo. Una vez se lo dije y me contestó: ‘Viejo me gusta el rugby y aunque reviente voy a seguir practicando’. Ante tanta insistencia decidí usar otros procedimientos. Mi cuñado Martínez Castro era presidente del SIC y le pedí que sacara a Ernesto del equipo en que jugaba.”
Se trataba de un sonido seco y monótono. Surgía de la nada, empujado desde la naturalidad del silencio, y se expandía moderada y seguramente hasta provocar una pequeña sensación de espanto. Avanzaba como un silbido tenue y se iba descomponiendo para convertirse en una especie de rebuzno. Desfilando con la sincronía de un ejército, el jadeo, la asfixia y el miedo sobrevenían uno detrás del otro, ensayando una rutina de la que sólo se sabe que no hay que esperar el final. Ahogado hasta añorar el oxígeno, el inside batallador no tenía más remedio que dejar a su equipo de rugby con catorce jugadores y corría hasta la línea de touch buscando un objeto que casi le devolvía la vida. Inhalaba profundo, se recomponía, y muy pronto regresaba al campo de juego para que los suyos volviesen a contar con quince integrantes. Luego, el ciclo recomenzaba, se agotaba, recomenzaba y se agotaba. Ocurría varias veces por partido. Para ser un jugador de rugby, ese inside asmático resultaba toda una rareza. Se llamaba Ernesto Guevara.
Tenemos que ser audaces, salir al campo y hacer las cosas, no sentarnos y esperar a que suceda. Tenemos que demostrar lo que podemos hacer y que merecemos ganar...Tenemos que ser valientes y salir a jugar... Pep Guardiola