Por Javier Moyag.- Hace algunas semanas, la UEFA anunciaba las sedes para la Eurocopa 2020. Entre las 13 ciudades que se repartirán el torneo finalmente no estará Jerusalén. En las semanas anteriores a la elección, grupos de solidaridad con el pueblo palestino habían instado a Michel Platini a escuchar sus demandas para que Israel no acogiera ningún partido de la Eurocopa 2020. Finalmente vencieron.
Las demandas a la UEFA por este asunto se enmarcan en la campaña internacional de BDS (Boicot, desinversiones, sanciones) a Israel. Esta iniciativa nació en el año 2004 entre las organizaciones de la sociedad civil palestina y rápidamente se extendió a todo el mundo. El boicot al estado de Israel no es sólo económico, también es académico, cultural, político y, por supuesto, deportivo. El boicot como herramienta política ya se utilizó contra el apartheid sudafricano y, en especial, en el que era el deporte de los blancos de ese país: el rugby. Cada vez que la selección nacional de Sudáfrica, los Springboks, viajaban al extranjero eran recibidos por manifestaciones, pancartas y protestas contra el apartheid. En 1981 llegaron incluso a ser “bombardeados” con harina en pleno partido en Nueva Zelanda. Cuenta John Carlin en El factor humano que esos actos tuvieron una importancia fundamental para que algunos jugadores sudafricanos, pertenecientes a esa clase media que no se mete en política pero sostiene un régimen gracias a su inacción, tomaran conciencia de lo que realmente pasaba en su país.
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